Del
dolor a la impotencia
Artículo de
Caridad García Álvarez
Diputada por Madrid de Izquierda Unida en el
Congreso y portavoz del
Grupo Parlamentario de IU,
ICV-EUiA, CHA en materia de Educación
Fue en mi etapa como
diputada en la Comunidad de Madrid, la que me permitió conocer de primera mano
la situación de muchos enfermos de Hepatitis C. Enfermos con muchas ganas de
vivir y con serias trabas para que se les suministraran aquellos medicamentos
que aliviaran su enfermedad, enfermos que se acogían con entusiasmo ante
cualquier medicamento que supusiera un alivio para ellos.
Les defendí y apoyé, toda
las personas tienen derecho a ser escuchadas y a ser informadas, no vale con
decirles “ustedes no tienen ni idea de lo que están diciendo” o “su enfermedad
tiene cura muy limitada” eso ya lo saben ellos y ellas, o “póngase en lista de
espera para un trasplante” ya saben ellos/as que el trasplante es el último
recurso, como saben que, en algunos casos, tampoco van a ser trasplantados y
por supuesto no todos/as tienen un o una familiar en el gobierno que les
solucione el trasplante.
Dolor mucho dolor, en ellos
y ellas, en sus familias, dolor mucho dolor ante unos medicamentos que son
caros y que se mide con cuenta gotas su suministración. Dolor que se produce
porque la enfermedad avanza y con ella su final.
Ahora nos encontramos ante
un nuevo medicamento del cual se dice puede curar al 70% de los enfermos con la
forma más compleja de la hepatitis C, hoy como ayer miles de enfermos
esperanzados, hoy como ayer miles de enfermos impotentes porque se les niega
este medicamento por lo costoso del mismo.
Su
esperanza choca contra el muro de los recortes y el ahorro y surge con especial
virulencia la impotencia.
Todos los expertos coinciden
en que los nuevos cócteles que se proponen aumentan los porcentajes de curación
y de igual manera coinciden en que el precio de la medicación es un
inconveniente grave, diría yo que gravísimo dada la política sanitaria que se
practica en nuestro país de ahorro pase lo que pase.
En España, según los
conocedores del tema hay entre medio millón y 900.000 afectados (esta
diferencia de cifras viene dada por el estado latente de la enfermedad y desconocimiento
de la persona que la sufre).
Si estuviéramos ante un
tratamiento que costara como mucho mil euros y se comprobara la eficacia del
mismo, como así ha sido, su implantación ya sería un hecho.
Pero no es así, en el
sistema sanitario español se utiliza el criterio de “balance entre coste y
eficacia”, la primera parte es clara, suponiendo que cada fármaco costara unos
60.000 euros y que a cada afectado hubiera que suministrarle dos, la curación costaría
a la sanidad pública 120.000 por enfermo.
En cuanto a la otra parte de
la balanza, los expertos consideran que es mucho más difícil de concretar ya
que existen múltiples variables al respecto: coste de su tratamiento actual o
las posibles consecuencias negativas que habría que solventar.
Sin embargo analizando, los
costes que, en los casos más extremos supone esta enfermedad, nos encontramos
con que la Organización Nacional de Trasplantes calcula que solo en este
apartado el coste llega a los 30,3 millones de euros (datos de 2013).
Si a estos gastos le sumamos
los derivados del trasplante: inmunodepresores, bajas laborales, recursos
sanitarios consumidos etc., a que gasto tendríamos que enfrentarnos? Más aún
como se evalúa una vida salvada?
El dolor sigue, va innato
con la enfermedad, pero la impotencia,
consecuencia de las políticas sanitarias, tenemos que trabajar para derrotarla.
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